30 de junho de 2005

O choro é que eu gosto de ver...

COPA DE LAS CONFEDERACIONES : EL EQUIPO DE PARREIRA SE TOMO REVANCHA DE LA DERROTA EN LAS ELIMINATORIAS CON UNA GOLEADA

Brasil brilló a pleno y esta vez el baile lo sufrió Argentina . Con dos goles de Adriano, uno de Kaka y otro de Ronaldinho los brasileños dominaron desede el principio al fin y se quedaron con el título.



Se llenó el estadio con ritmo de samba. Los brasileños se abrazaban y bailaban con pasitos cortos.

Los jugadores argentinos se sentaron en la cancha y miraban para otro lado, con dolor, con bronca. Sorin se acercó y le tocó la cabeza a varios y automáticamente empezaron a levantarse para aguantar la derrota de pie. Más íntegros. No hay nada peor que soportar el festejo ajeno alrededor de uno, el rezo, el rito, el carnaval, la vuelta olímpica lenta. O sí. Lo peor había pasado antes, durante noventa minutos en los que Brasil se tomó una revancha literal de lo ocurrido hace veintiún días en el Monumental.

Devolvió baile por baile y se quedó con la Copa de las Confederaciones.

En 16 minutos tenía todo resuelto. Ganaba 2-0 con un golazo de Adriano y con otro de Kaka. En fútbol, la puntería tiene premio y la eficiencia se cuenta en goles. Está claro que Argentina no tiene ningún antídoto contra Adriano, quien hace un año le dio vida a Brasil al igualar en el último minuto la final de la Copa América que después ganó en los penales.

Sí, Adriano es un animal de área que quiere jugar siempre contra Argentina porque tiene la fórmula para amargarle la vida.

Pero no fue solamente Adriano la diferencia. Porque sus socios funcionaron a la perfección. Robinho también desparramó talento, mientras que Kaka y Ronaldinho, que venían desde atrás generaban espacios y alimentaban el juego.

Brasil encontró rápido el arco, Argentina lo tenía cada vez más lejano. Esos dos impactos iniciales no perturbaron el libreto del equipo de José, que trató de controlar la pelota, de desacelerar el juego para no quemar todas sus reservas físicas. Pero Riquelme era absorbido por Emerson y Ze Roberto y asomaba muy de vez en cuando sin posibilidades de asumir la conducción futbolística. Pero peor la pasaban los otros mediocampistas (Zanetti jugó gran parte del partido en esa unción) y los defensores que no podían controlar las apariciones fantasmales del cuarteto ofensivo de Brasil. Mientras que arriba no se insinuaba la más mínima explosión que pudiera complicar a Dida.

En algún tramo del primer tiempo pareció que la Selección iba a salir de su laberinto. Tuvo un poco más la pelota pero jamás hizo lo que hizo Brasil, rematar con decisión, sorprender y mostrar autoridad.

Si había algún signo de resurrección, al comienzo del complemento, se apagó la esperanza. A los dos minutos Ronaldinho aprovechó un centro de Cicinho y mandó la pelota a la red tras embocarla entre las piernas de Germán Lux.

El mazazo fue definitivo. Pero no había llegado lo peor. Brasil se agrandó a tal punto que cualquiera se animaba a tirar un caño, a encarar con éxito, a ganar las pelotas divididas. Había una tormenta infernal fuera del estadio, pero las filtraciones las sufría sólo Argentina. Brasil cada vez llegaba más y con mayor comodidad y autoridad. A los 13, Robinho estampó una pelota en el travesaño y cuatro minutos después, otro centro de Cicinho le permitió a Adriano convertir el cuarto.

La goleada estaba consumada, pero lo que no se sabía era hasta qué límite se podía estirar el marcador. El dominio era tan amplio que abarcaba todos los rubros: futbolístico, físico, mental. Por suerte, el cabezazo de Aimar sirvió para ponerle una pausa al agrande de Brasil. Fue el gol que atenuó la caída, que enfrió el partido.

La Selección vino a este torneo a probar jugadores, a experimentar y con un buen envión llegó a la final. Se llenó de entusiasmo porque enfrente estaba el rival que había vapuleado poco tiempo atrás y ante quien había festejado la clasificación para Alemania 2006. Pero quedó claro que el potencial de Brasil es de otra categoría, que supera ampliamente el buen material que pueda tener la Argentina. No está mal que este cachetazo ocurra ahora, a un año del Mundial, cuando todavía hay tiempo para la reconstrucción. Hay derrotas que dejan enseñanzas.
Este doloroso golpe al corazón, que sacudió todas las fibras del equipo, puede servir de punto de partida.

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